A partir de ahora, cualquier ciudadano podrá presentarse como candidato a las próximas elecciones venezolanas de 2012. Hasta el momento, la Constitución establecía un límite de dos legislaturas, por lo que había un ciudadano que no podría hacerlo: el actual presidente Hugo Chávez. El pueblo de Venezuela aprobó en referéndum el pasado 15 de febrero la enmienda constitucional que elimina esta restricción. Y ya la tenemos montada otra vez. Para no perder la costumbre, la mayoría de medios españoles han aprovechado la ocasión para continuar intoxicando a la opinión pública a base de desinformación y manipulación sobre la revolución bolivariana. Durante estos días hemos sido bombardeados con titulares tendenciosos del tipo «Chávez gana el referéndum para perpetuarse en el poder» (El Mundo) y editoriales envenenados como «Chávez se perpetúa» (ABC) o «Más poder para Chávez. El líder venezolano gana espacio político y aspira a perpetuarse» (El País).
Me llama la atención la actitud de quienes tildan de antidemocrático el modelo de reelección idenfinida para Venezuela mientras lo defienden para España. Nuestra Constitución de 1978 no sólo impone a un Jefe de Estado vitalicio sino que deja la puerta abierta para que cualquier persona pueda presentarse a las elecciones tantas veces como le plazca. Gracias a ello, Felipe González gobernó durante 14 años. Concretamente hasta 1996, cuando volvió a concurrir a los comicios pero cayó derrotado. Jordi Pujol estuvo nada menos que 23 años al frente de la Generalitat y Manuel Chaves lleva ya 19 como Presidente de la Junta de Andalucía. Ninguno ha sido calificado por ello de «dictador». Tampoco me imagino a ningún líder periodístico de opinión acusar a Zapatero de pretender «perpetuarse en el poder» si presentase su candidatura en 2012, tras completar dos periodos legislativos.
A mí me parece algo muy sencillo de entender, pero por lo visto hay ciertos sujetos que carecen de la neurona que permite asimilar el siguiente razonamiento: lo que está permitido no por ello es obligatorio. Es un principio lógico que siempre se le ha atragantado a los sectores más reaccionarios, y de ahí viene (o vino, en su momento) su oposición a la ley del divorcio, al matrimonio homosexual, al aborto, a la eutanasia etc. Pero no, nadie está obligado a divorciarse, ni a casarse con alguien de su mismo sexo, ni a abortar, ni a morir sin dolor. Pues resulta que, teniendo como base este estúpido argumento, se nos intenta vender que el derecho que el pueblo venezolano ha otorgado a Chávez (y al resto de políticos) para presentarse a las próximas elecciones implica una «perpetuación en el poder» del actual presidente.
Pero por mucha campaña antichavista por parte de la oligarquía capitalista mundial, el proceso revolucionario que se vive en Venezuela es sin duda el verdadero referente democrático para la liberación de Latinoamérica. Cada vez son más los países de su entorno que se miran en él, y en Occidente, además de respetar las decisiones libres y soberanas de los demás, haríamos mejor en aprender algo de su democracia participativa. Porque aquí nadie se queda con que Hugo Chávez ha citado a su pueblo en las urnas nada menos que trece veces en diez años de gobierno. Yo no sé si será buen presidente o no, pero como dictador es un auténtico fracaso: no para de ganar elecciones democráticas.